jueves, 15 de marzo de 2012


Comenzó con un músculo de la pierna, que moviste para que no se notara, después se expandió como el agua que sobra.
En el bucle que estás metido ahora mismo esta todo muy quieto, menos tú.
Caminando te has clavado piedras afiladas, y como no recordaste ponerte calcetines, ahora rojo es el suelo, y se inclina bastante, tanto que nadie puede evitar resbalar primero y terminar rodando cuesta abajo. Las piedras, que van por zonas, pueden tocarte o no y ojalá que no, aun si lo hacen da igual porque ya está recto todo, cúrate, claro, no seas tonto y sigue caminando sin bucle, con él o con otros más pequeños.
El agua puede seguir sobrando, aprovecha para aprender a bucear o bebétela.

domingo, 11 de marzo de 2012

Cerca de agua

El azul casi te mata junto al marrón claro,
después se han
mezclado
y tú, te has quedado mudo.


Petirrojos de uno en uno se están acercando al agua y te preguntas
por qué, deberías intuirlo, al llegar, beben de ella.
¿Lo ves? está entre ellos tu amigo,
pero están todos tan solitos.


Ahora, con los ojos cerrados el tabaco te quema
los dedos, la
boca, la garganta, los pulmones y la brisa te cura en seguida.
¡Tonto!, no has visto cuando todos los petirrojos se han ido,
unos
volando, y otros nadando o a pequeños saltitos,
cuando abras los ojos y veas

que ya no están será imposible que no se te caigan varias lágrimas,
pero no demasiadas, que no quieres que te destrocen la vista,
son demasiado ácidas.


-Por favor, túmbate en el suelo y relájate que no ha pasado nada malo, chico.
-Perdón, es que quería verlos más tiempo.
-Ya lo sé, tranquilo.

sábado, 11 de febrero de 2012

Camino- Fragmento

Había montado en ese tren sin saber realmente donde iba, tuvo que esperar una media hora con sus pensamientos antes de que se decidiese a poner en marcha.
En el tren, iban tres personas más con él, una de ellas en su mismo vagón, un hombre alto, de pelo gris, todos los días llevaba sombrero, pero justo el día en el que se topó con nuestro amigo lo había perdido por un golpe de viento y se le veía raro sin él.
Comenzó a sentir el vaivén del movimiento y junto a ello comenzó a preguntarse donde llegaría esta vez. Había salido de Ciudad Húmeda, llamada así por orgullo de sus habitantes a ser de los pocos lugares que quedaban con esta cualidad desde hacía ya muchos años.
El tren era antiguo, de los que restauraron al poco tiempo del gran golpe al mundo. Era blanco, si bien ya no lo era, porque se había vuelto amarillento, con detalles en marrón y los asientos tenían un feo estampado, estaba sucio y daba a quien lo miraba una inmediata sensación de nostalgia sin saber de que, todos los que lo vieron, coincidieron en el mismo pensamiento vacío y no sabían por qué era tan gris.
En el andén de la gran estación de Ciudad Húmeda, donde decidió entrar a ese tren. Podría haber tomado cualquiera, pero por alguna razón o sin ninguna en absoluto cogió el primero que vio que se dirigía a través de zona deshabitada y sus grandes desiertos de sal y pequeños lagartos que nadie sabe como lograban sobrevivir allí.
Estaba perdido en un mundo que ya se había perdido a si mismo varias veces, y que había llegado a un punto en el que nunca recobraría su grandeza anterior. Él se sentía del mismo modo. El color de las nubes era ya demasiado diferente, y de tanto tiempo que había pasado desde el Gran golpe al mundo, nadie recordaba ya como era, así que quizá era el mismo que antaño, y si fuera así sería buena señal pensarían todos, pero no lo harán.

viernes, 6 de enero de 2012

Demasiado calor.

Por fin, se decidió a salir a la calle, pensó que debía conocerlos a todos.

Es una lástima que no se diese cuenta de que ese era el día en que había que olvidarse del mundo, hasta el propio mundo se olvidó de si mismo y de su existencia.

Salió a la calle, hacía calor, hacía mucho calor y eso le agobiaba. Estaban todos y no estaban, literalmente permanecían inmóviles.

Se le iluminaron los ojos, al ver a unos kilómetros cuatro nubes que se hacían mas grandes a cada paso que daba.

Corrió hasta que estuvo justo debajo, las nubes se arremolinaron, el calor desapareció y una llovizna comenzó a mojarle, primero la cabeza y por último los pies.

Allí estaba su amigo, le encanto ver que estaba igual de perdido que él, se olvido de olvidarse, lástima que no pudiese hablar ese petirrojo.