lunes, 28 de noviembre de 2011

I

El insomnio le hace salir al pasillo, camina unos metros y está oscuro, camina otros tantos y es su alrededor tan neutro como su pensamiento, se ha olvidado que hace allí.
Vuelve sobre sus pasos y cierra la puerta.

Enciende una lámpara fea que proyecta su luz contra el techo. Él, por su parte proyecta ahora por lo menos un millar de rayos de luz de color -diferentes todos-, éstos, que salen directamente de su cabeza, de las raices de sus cabellos son una estrepitosa corriente de calor y algo así como emociones.

La lámpara fea sigue encendida, ahora se respira frío, ahora los rayos son de un gris, azulado, muy ténue.
-¿No te parece un color muy bonito? Es mi favorito.
Apaga la lámpara fea.
-Sabes que aun tienes que estar dos horas o tres despierto, ¿No?
-Si, pero estoy bien.

Y se duerme.